Sin haber sido estudiante, llegar a hacerse maestro -romance-
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Sin haber sido estudiante, llegar a hacerse maestro -romance-
Uno de poetas
Cada vez lo hace peor,
y ha perdido cualquier freno.
Goza feliz, sin reparo,
publicando en grupo abierto,
aunque, por más que presuma,
no escribe nada perfecto.
Dice que se entrega mucho
y que hace un gran esfuerzo
dispuesto a ensalzar el arte
de los escritos poéticos;
hace cualquier cosa, sí...,
todo menos aprenderlo.
Por conseguir sus laureles,
nos asalta en prosa y verso,
pero nunca se detiene
para encontrar el sujeto
que, visible o invisible,
acompaña a cada verbo,
y le importa tres cominos
señalar los complementos.
Al no darnos bien marcados
los elementos del texto,
hilvana las oraciones
como si fueran un rezo
que con ritmo monocorde
musita el alma por dentro,
cuando ninguna oración
logra así el tono correcto.
Creo que tanto dislate
se merece un escarmiento,
mas en vez de apaciguarse
usa de arma el romancero.
Su inquina contra las comas
lo llevará hasta el infierno
de los que nos vuelven locos
a los correctores, pero
los puntos sobre las ies
esos sí quiere ponerlos,
y va repartiendo, iluso,
la savia de sus consejos.
¿Acaso será posible,
por algún mágico invento,
sin haber sido estudiante,
llegar a hacerse maestro!
Artesana, 19-5-15
Cada vez lo hace peor,
y ha perdido cualquier freno.
Goza feliz, sin reparo,
publicando en grupo abierto,
aunque, por más que presuma,
no escribe nada perfecto.
Dice que se entrega mucho
y que hace un gran esfuerzo
dispuesto a ensalzar el arte
de los escritos poéticos;
hace cualquier cosa, sí...,
todo menos aprenderlo.
Por conseguir sus laureles,
nos asalta en prosa y verso,
pero nunca se detiene
para encontrar el sujeto
que, visible o invisible,
acompaña a cada verbo,
y le importa tres cominos
señalar los complementos.
Al no darnos bien marcados
los elementos del texto,
hilvana las oraciones
como si fueran un rezo
que con ritmo monocorde
musita el alma por dentro,
cuando ninguna oración
logra así el tono correcto.
Creo que tanto dislate
se merece un escarmiento,
mas en vez de apaciguarse
usa de arma el romancero.
Su inquina contra las comas
lo llevará hasta el infierno
de los que nos vuelven locos
a los correctores, pero
los puntos sobre las ies
esos sí quiere ponerlos,
y va repartiendo, iluso,
la savia de sus consejos.
¿Acaso será posible,
por algún mágico invento,
sin haber sido estudiante,
llegar a hacerse maestro!
Artesana, 19-5-15
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