Amalia y Pelayo
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Amalia y Pelayo
Amalia y Pelayo
Dos cunitas iguales de madera
velaban, en el cuarto preparado
con el ajuar rosita o azulado,
las inquietudes de la dulce espera.
Llegaron a mitad de primavera,
dos por uno, el regalo inesperado:
Pelayo, el inocente descarado,
y Amalia, la rubita retrechera.
La cigüeña al final se adelantó,
y latimos al ritmo de sus sones
hasta escuchar el llanto del primero.
Vinieron cuando Dios lo decidió
a llenarnos de nuevas ilusiones;
me miran sus ojitos..., y me muero.
Artesana, 8-9-23
Dos cunitas iguales de madera
velaban, en el cuarto preparado
con el ajuar rosita o azulado,
las inquietudes de la dulce espera.
Llegaron a mitad de primavera,
dos por uno, el regalo inesperado:
Pelayo, el inocente descarado,
y Amalia, la rubita retrechera.
La cigüeña al final se adelantó,
y latimos al ritmo de sus sones
hasta escuchar el llanto del primero.
Vinieron cuando Dios lo decidió
a llenarnos de nuevas ilusiones;
me miran sus ojitos..., y me muero.
Artesana, 8-9-23
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